¿Alguna vez te has encontrado en una situación económica en la que, con lo que ganas, no eres capaz de afrontar todas las cuotas de los préstamos concedidos?
¿Has tenido en alguna ocasión que dejar de comprar comida, o de pagar algún recibo, para poder hacer frente a todos los vencimientos y cuotas de créditos activos?
Verse inmerso en una espiral de deudas es uno de los fenómenos de economía doméstica más desagradables, complejos y angustiosos que existen.
El principio de la espiral se genera, por ejemplo, cuando tienes que hacer frente a un imprevisto económico y no dispones de liquidez suficiente.
Aunque en otras ocasiones el inicio de la debacle se produce cuando, a pesar de no tener dinero suficiente, necesitas comprar algo caro, por encima de tus posibilidades.
En ese caso, recurrir a un crédito es bastante habitual, debido a que el pago a plazos siempre es más cómodo que al contado.
Seguramente empezaste a endeudarte pensando que era una cantidad pequeña y que en unos meses devolverías el crédito en su totalidad.
Además, antes de solicitar el préstamo, probablemente harías tus cuentas y te asegurarías de que con tu sueldo mensual podrías responder sin problemas no solo a la hipoteca y a los gastos fijos, sino también al importe que cada mes te cargaría en tu cuenta la financiera.
Pero pasados unos meses, llegó un nuevo gasto con el que no contabas. Y en aquella ocasión, como tampoco tenías dinero suficiente en la cuenta, optaste por utilizar el disponible de tu tarjeta de crédito.
Encima decidiste pagar una cantidad mayor de intereses durante un tiempo prolongado, con el objetivo de que la cuota fuese más cómoda. Algo que incrementó considerablemente el coste real del préstamo.
Con el paso del tiempo, el problema fue agravándose cada vez más: meses después tuviste que hacer uso de nuevo de tu capacidad de endeudamiento, cuando el coche se te averió.
La factura del taller era muy alta y tú seguías sin ahorros porque cada vez dedicabas más dinero al mes a los préstamos que ya tenías contraídos.
Así que para salir del atolladero, pediste un nuevo préstamo.
Y lo peor de todo es que aquella nueva cuota —sumada a todo lo que ya pagabas de hipoteca, tarjetas y créditos— supuso una verdadera losa para tu economía doméstica.
Eran tantos los pagos que cada mes tenías que hacer, que el sueldo que te quedaba disponible para el día a día menguaba a toda velocidad, con lo que apenas podías llegar a fin de mes. Y mucho menos hacer frente a imprevistos.
Algunos meses, incluso, tu banco devolvió varios recibos por no haber fondos suficientes. Y para las compras básicas recurriste en varias ocasiones al crédito de la tarjeta.
La situación se complicó aún más si cabe cuando, para pagar las cuotas de los préstamos, se te ocurrió sacar dinero a crédito en los cajeros automáticos.
La espiral de deudas se agrandaba por momentos, a la par que tú nivel de angustia e incertidumbre se multiplicaba exponencialmente.
Y lo peor era la continua sensación de persecución a la que te sometían tus acreedores cuando fallabas en los pagos.
Tenías la impresión de encontrarte metido en el peor embrollo de tu vida, del que no podrías salir jamás.
Si esta historia te resulta excesivamente familiar, porque la vives en tus propias carnes, no desesperes: en Dinero Rápido vas a encontrar alternativas que te permitirán resolver, al menos temporalmente, tu situación económica.
De hecho, en esta sección tienes un ranking con los mejores préstamos personales para reunificar deudas.
Contraer más deudas de las que uno es capaz de cubrir con el sueldo mensual es lo más parecido que hay a introducirse en el interior de un agujero negro financiero, ya que la espiral de deudas es como un círculo vicioso del que es imposible salir, salvo que se aumente todavía más el endeudamiento.
Vamos a imaginar un ejemplo típico: una persona que gana al mes un sueldo neto de 1.300 euros.
Los pagos derivados de los créditos a los que tiene que hacer frente todos los meses serían los siguientes:
Esto quiere decir que, con un sueldo de 1.300 euros, tiene que hacer frente a unos gastos fijos —solo para pagar de deudas— de 1.070 euros al mes.
Lo terrible es que cada una de las cuotas, si se analizan por separado, son perfectamente asumibles. Por eso mucha gente se entrampa creyendo que podrá devolverlo todo. Pero cuando se suman todas ellas la deuda se hace impagable (ya que vivir con 230 euros al mes es bastante complicado).
La única forma de rebajar esa suma de cuotas asfixiantes es a través de la reunificación de todas las deudas en una sola más asequible. Para ello, hay que solicitar un nuevo préstamo con el que se cancelarán todas las deudas existentes.
La cuota a pagar será más baja que la suma de las cuotas anteriores. De ese modo, es posible contar con un respiro que permita hacer frente al día a día (incluso ahorrar un poco).
La parte negativa es que no queda otro remedio que alargar el plazo. Esto quiere decir que al final se termina pagando más dinero que el que se pagaría inicialmente.
A la hora de reunificar deudas conviene diferenciar entre dos modalidades diferentes, en función de los préstamos previos existentes:
Aunque es una operación costosa, en muchas ocasiones se convierte en la única alternativa viable para sacar cabeza, respirar y organizar las finanzas personales con criterios más racionales.
Por eso, pedir préstamos para cancelar otros préstamos tiene también sus ventajas:
Si te encuentras inmerso en una espiral de deudas, debes seguir los siguientes pasos para obtener un crédito para pagar deudas:
Para valorar la viabilidad de la operación, las financieras tienen en cuenta los siguientes elementos:
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